Hoy saldremos a bailar por las calles lluviosas, por avenidas y callejones.
"De todos los fantasmas, los fantasmas de nuestros antiguos amores son los peores." 
Sé que estas pasando un momento difícil. Sé que las cosas no están saliendo como tu quieres, los demás esperan mucho de ti, tienes demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo. Quiero que sepas que no me gusta verte así. Cuando sufres, yo sufro también; y es que parece increíble la forma en que te demandas tanto de ti misma aun cuando sabes que ya la vida te demanda demasiado. No quiero verte caer. No quiero que vuelvas a caer. Comprende por favor que es doloroso también para mi. Así que te escribo esta carta no solo para darte consuelo y secar tus lagrimas amargas, hoy te he visto llorar de desesperación, sé que sientes que nadie más puede entenderte y déjame decirte que posiblemente sea cierto pero no por eso debes de rendirte, que no te intimiden sus palabras, no necesariamente tienen la razón. Es cierto que eres muy joven, que te falta mucho camino por recorrer y muchas cosas por vivir pero aun así no hay razón por la cual no puedas conseguir lo que te propones. Tú sabes que puedes hacerlo y no solo bien sino como ellos nunca podrían hacerlo. Se valiente y no temas. Recuerda que quien teme sufrir sufre de temor. Pero sabes que es más importante que todo eso?? Tus sueños. Ser feliz es para lo que vives y si algo puede hacerte feliz es seguir tus sueños, vivirlos y luchar por ellos. No es algo fácil, pero sé que a ti más que a nadie te gustan los retos. Sonríe. Verdad que es una bonita tarde? Disfruta de lo que haces pues a fin de cuentas decidiste hacerlo ( pero eso si, no descuides los deberes, pero hazlos con música, verás que eso ayuda). Busca a alguien a quien amar, hoy brindaremos y olvidaremos el pasado y todo lo que esos malos amores nos han hecho. Nunca dejes de creer en el amor y no dejes que otros dejen de creer tampoco. Respira. Róbate un segundo del tiempo y no se lo regreses nunca. No te apures, pronto lloverá y el mundo será aun más bello. Tan bello como tú. Ámate. Y deja que otros te amen también. Yo te amo, aunque aveces se te haga difícil creer que con tantos defectos... Eres perfeccionista condenada, pero eso es una de las cosas que más especial te hacen y te ayudan a progresar ( nada más no te pases, ya vez, aveces resulta un poco chocante) , pero no te molestes si no logras agradar a 'tout le monde' porque cada quien tiene su propio punto de vista y no siempre coincidirá con el tuyo por muy acertado que sea. Pero eso si, nunca te burles de los sueños ni ideales de nadie porque quien no los tiene la verdad no tiene mucho. Haz que las cosas pasen. Sé que debí escribirte antes pero estaba dudando de si sería lo mejor o no. Nunca quiero que olvides esto. No me olvides. No te olvides de ti. Confía, Caroline, confía. Tan solo espero haberte hecho entrar en razón, recuperar la calma y sacarte una sonrisa que te hiciera sentir mejor.
Era una cálida tarde de verano cuando llegue a casa de Isabel. El pueblo resplandecía bajo un sol dorado que flotaba sobre esponjosas nubes de brillante color. Caminé tranquilamente por las calles pintorescas hasta encontrar la dirección correcta. Isabel vivía en una vieja casa de color azul, más alta que ancha, la cual lucía unas largas cortinas floreadas en tonos pastel que adornaban perfectamente las ocho ventanas que daban hacia la calle. La fachada estaba cubierta casi en su totalidad por flores de buganvilia de intenso colorido que se extendían hacia el cielo trepando adheridas a la pared. Toqué el timbre. Una mujer joven y delgada abrió la puerta invitándome a pasar. Tenía alrededor de treinta años, el cabello corto teñido y los ojos enrojecidos probablemente de insomnio. Era Isabel. Esa Isabel, amiga mía, de suave voz y dulce mirar, un tanto acabada por los años que si bien no habían sido muchos, si habían sido bastante duros. El tiempo había pasado y ahora ella vivía en es casona que en algún tiempo hubiese sido nuestro hogar. El orfanato ya no albergaba niños corriendo por los pasillos o jugando en el jardín, más me parecía oír sus voces, sus cantos, sus risas. Casi podía verlos, sentirlos respirar. Justo en el momento en que entre en la estancia, la sensación exterior de calidez y seguridad se desvaneció abriendo paso a un sentimiento inquietante, casi siniestro, lo cual se debía parcialmente a que la única fuente de luz en aquella habitación en penumbra era el raquítico foco de luz amarillenta que colgaba del techo y que amenazaba insistentemente con apagarse por completo, variando continuamente su intensidad luminosa, lo que se podría atribuir a una mala instalación eléctrica, sin embargo aquello despertaba en mi ser una inexplicable curiosidad, lo que Isabel interpretó como miedo o nerviosismo interrumpiendo así mis pensamientos
Isabel
